¿Te has preguntado alguna vez quién querrías ser en diez años? ¿Contestarías en un minuto con todas aquellas cosas que siempre has deseado hacer? Por el contrario, ¿meditarías la respuesta, la profundizarías y la rezarías? ¿O lo tienes muy claro? A mi modo de ver, no es una pregunta sencilla de contestar.
Recuerdo, de joven, a un matrimonio muy amigo de mis padres al que tenía especial cariño. A José Luis y a Conchita la vida no les había sonreído como ellos hubieran querido porque su gran deseo no pudo hacerse realidad; no pudieron tener hijos. Sin embargo, y no por ello, les apreciaba porque eran verdaderamente encantadores. Siempre los veía con un gesto de cariño, acariciándose las manos, o mirándose tiernamente a los ojos, incluso cuando llevaban muchos años de vida en común. El día que me casé me dieron un consejo muy sabio que a ellos les había funcionado: nunca te duermas sin dar un beso a tu marido. Sencillo, ¿verdad? Un gesto tan fácil, pero con tanto significado.
Santificando el sacramento del matrimonio
Dentro de diez años mis hijos ya estarán independizados, e incluso es posible que pueda ser abuela (este “título” ni me lo imagino hoy en día). Por tanto, mi marido y yo estaremos solitos en casa con todo lo que ese cambio conlleva. ¿Habrá reproches? ¿Tendremos algo de qué hablar? O por el contrario ¿nuestra relación será más sólida con todas las vivencias y experiencias que la vida te va dando? Me gustaría no perder mi esencia y misión, para que siga siendo única e irremplazable con el que dignificar el sacramento del matrimonio.
Me gustaría seguir profundizando en mi ideal personal y en nuestro ideal matrimonial en la vida concreta, con el cultivo de la magnanimidad. Y una manera de hacerlo es dando testimonio del apostolado del ser en el apostolado que tanto nos gusta: el forta.
Quiero seguir amándome a mi misma reconociendo mis talentos y mi esencia. Quisiera ser la mejor versión de mí misma e inspirar a los demás en lo que pueda, buscar las cosas buenas que Dios me ofrece y tener una actitud positiva. Me gustaría, con objetividad y franqueza, aceptar aquellas debilidades que no puedo controlar, y compartir con cariño los talentos y habilidades que Dios me ha dado.
Conquistando el espíritu federativo en mi curso
Para un federado, el espíritu comunitario que vive en el curso, junto con la profundidad de vida espiritual que cultive, la aplicación de los medios ascéticos y un estilo de vida según los consejos evangélicos hace que, conscientemente, el apostolado de líder sea fecundo. Por tanto, profundizar en mi vida de oración y en mi formación católica es una tarea para ir realizando durante estos diez años.
Un curso es para toda la vida en el que se concreta el espíritu comunitario tan importante para un federado. La comunidad es vocación, pero también es preciso avivarla en los momentos de mayor dificultad. Me gustaría en los próximos diez años seguir cultivando vínculos estrechos con todos ellos, concretando mi ideal personal. Me gustaría ser misión de nuestro propio ideal de curso “sembradores de esperanza”, tan enraizado en el ideal de la federación.
Al igual que sucede en el matrimonio, con el acontecer de los años, el curso tendrá sus buenos, sus malos momentos o sus momentos de “parón”. Me gustaría durante todos estos años saberme responsable de todos y cada uno de ellos, y tener la suficiente creatividad como para guiar las sendas de nuestro camino en esos momentos en los que no sepamos bien donde remar. Porque “enamorarse es amar las semejanzas, pero amarse es enamorarse de las diferencias”.
De mi experiencia de tantos años tocando el violonchelo en una orquesta se aprende mucho, no solo de música, de sentimientos, de capacidad interpretativa, sino también, y es parte muy importante, saber florecer cuando debes hacerlo y saber sostener y trabajar en silencio en otros, sin que se perciba claramente lo que tocas, pero se note si no lo haces. Y esto lo llevo aplicando en mi vida matrimonial y en el curso desde siempre. Desde la sencillez y desde lo pequeño para conseguir algo grande entre todos que irradie y sea fecundo.
Un final feliz, un comienzo con muchas expectativas
Cuántas cosas en diez años. ¿Habré conseguido algunos de los propósitos? Si he avanzado, ¡enhorabuena!, seguiré adelante. Si por el contrario me he quedado rezagada en el camino, nunca será tarde para seguir el camino y conseguir todo lo que te propongas.
Y tú, ¿quién querrías ser en diez años? ¿Querrías ser como José Luis y Conchita? ¿Le das un beso a tu cónyuge antes de dormirte? ¿El abrazo a tu hermano de curso será cálido, afectuoso y profundo a pesar de las diferencias?
Otras noticias de interés: